(Este capítulo se lo dedico a Judith, que me enseñó su blog y despertó en mí las ganas de escribir. ¡Un besazo!)
Mientras esperaba, Marc observó sin mucho interés la gente de su
alrededor. Jóvenes y adultos, hombres y mujeres. Todos en el andén
esperando el metro. Sorteando la marea cosmopolita, su mirada se paró en
una joven de cabello negro y largo y profundos ojos verdes que miraban
fijamente las vías del tren. Una voz amable de mujer resonó por los
corredores del metro, anunciando el tren a Sol. Sin dejar de observar a
la joven, Marc avanzó hasta la línea amarilla del andén. Advirtió
entonces que las converse de la chica estaban en el borde del
andén. De repente, los ojos de ella se cerraron y dos lágrimas lamieron
sus pálidas mejillas.
Y cayó, golpeándose el brazo derecho contra la vía. Se oyó un crujido desagradable.
Marc contempló con horror cómo la chica se colocaba en posición fetal y
aullaba de dolor, con la mochila enredada en su pierna izquierda y los
ojos cerrados.
Se oyeron exclamaciones de horror y murmullos apagados. Alguien pidió ayuda.
Sin pensarlo dos veces, Marc dejó su mochila en el suelo y bajó a la vía. Avanzó hasta la chica y la zarandeó.
La joven gimió. Sintió la vibración de la vía al acercarse el tren. Maldijo por lo bajo.
- Vamos, levanta - urgió Marc - Levanta, maldita sea.
La chica sollozó y abrió los ojos, clavándole una mirada vidriosa y profunda. Marc se estremeció.
- Por favor, si no te levantas, moriremos los dos. - La muchacha abrió
los ojos al máximo y trató de incorporarse. Esbozó una mueca de dolor
cuando su brazo izquierdo se aplastó contra la vía. Con ayuda de Marc,
la muchacha consiguió levantarse. Avanzaron rápidamente y un hombre
cogió a la chica por las axilas y la subió a la plataforma del andén.
Marc se dio cuenta de que la mochila de la chica estaba en medio de las
dos vías. Se apresuró a cogerla pero, cuando iba a subir al andén, su
pie quedó atrapado en un saliente del suelo y cayó de bruces.
Hubo nuevas exclamaciones, esta vez de alarma. Tenía el tren casi
encima. Se incorporó velozmente e intentó asirse a algo sólido. Halló
una mano blanca y fina y se agarró a ella con desesperación. Cerró los
ojos con fuerza...
Un segundo después, el tren se deslizaba por las vías, deslumbrándole
con los faros delanteros. Pero no sintió el impacto en su cuerpo. Abrió
los ojos y se encontró tumbado en el suelo, con una mirada verde y
profunda examinándole el rostro. Un mechón de pelo negro le rozaba la
mejilla.
- ¿Estás bien? - oyó una voz suave, pero preocupada.
- Mi...pierna -jadeó Marc. Y entonces, perdió el sentido. Todo se puso negro.
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