Diana divisó, unas calles más adelante, la suya propia. Se giró hacia Álex.
- Gracias por traerme, Álex - le sonrió -. No habría podido venir andando 9 kilómetros sola.
Álex se encogió de hombros y rió.
- No te preocupes, Diana. Cuando le diga a Marc que he traído a su protegida en coche, se pondrá muy contento, ya verás - Álex le guiñó el ojo y Diana se sonrojó -. Bien, ya estamos, calle Ambrós. Espero que volvamos a vernos.
Se despidieron con un caluroso y firme apretón de manos. Diana cerró la puerta del coche y esperó a que el centelleo de su color plateado se hubiera perdido en el horizonte. Una vez desapareció el vehículo, Diana se quitó la mochila dejándola caer en el suelo, la abrió y rebuscó con la mano en su interior. Encontró las llaves, cerró la mochila, se la colgó al hombro y echó a andar hacia su portal.
Introdujo la llave en la cerradura pero, cuando intentó girarla, nada sucedió. Diana apretó más hacia los lados, pero la llave no cedía. Finalmente, consiguió girarla y entró. Subió las escaleras al primer piso y miró la puerta de su casa. Estaba llena de rasguños, con los goznes oxidados y los tornillos mal enroscados Suspiró. Era lo mejor que se podía permitir. Introdujo la llave en la cerradura y abrió. Dejó las llaves en un plato que había en una mesita junto a la puerta, y cerró con suavidad.
- ¡Nube! - llamó - ¡Nube, que ya estoy en casa!
Una gata de suave pelaje gris y pardo salió trotando detrás de la mesita de la entrada y se frotó contra su pierna derecha. Diana sonrió. Le acarició el lomo. El animal se estremeció y le lamió el dorso de la mano.
- ¿Has comido, Nube? - la gata la miró con unos impresionantes ojos bicolores: el derecho verde esmeralda y el izquierdo azul zafiro -. Veo que no - Diana miró hacia la cocina, a la derecha de la puerta. Había un pequeño plato metálico repleto de croquetas para gatos -. ¿Me estabas esperando, eh? - Nube siguió mirándola. Diana dejó la mochila en el suelo y entró en su cuarto, siempre seguida de Nube. Estaba igual de desordenado que siempre. Suspiró, se quitó el abrigo y lo dejó colgado en una percha que encontró en el suelo. Observó la habitación. Era pequeña, con las paredes de color azul celeste, y el techo cubierto de pequeñas estrellas de plástico que brillaban en la oscuridad. Había una gran ventana al fondo, y la cama junto a ella estaba sin hacer y cubierta de ropa. Junto a la puerta, había una pequeña mesa de estudio de color blanco y una silla negra con ruedines. Al lado de la ventana, una gran estantería repleta de adornos, pulseras, anillos, fotos, bolas de cristal, y muchos objetos más. En el suelo, a los pies de la cama, había una pequeña cesta donde siempre dormía Nube. En la pared que estaba enfrente de las ventana, Diana tenía su propia galería de arte. Estaba cubierta de fotografías suyas con amigas, en otros países, como Italia, Alemania, Perú, Rusia, China...y de dibujos de hadas, duendes, y demás criaturas mágicas. Diana se puso a ordenar. Colocó todo en su sitio, ante la atenta mirada de Nube, que escrutaba cada movimiento. Una vez estuvo ordenada, la habitación parecía mucho más grande. Diana dirigió una mirada a su portátil, abandonado encima de la mesa. Lo cogió, se tumbó en la cama y lo encendió. Mientras se cargaba, se cambió de ropa y se puso un viejo pijama verde con pequeños corazones de color rojo. Nube se acomodó en su regazo, se lamió las patas y se hizo un ovillo allí mismo. Diana entró en un chat privado para gente de su edad. Ahí estaba. Cogió aire y tecleó, con la única mano que le quedaba libre:
Diana1000: Sigues persiguiendome.
Desconocido12345: No te persigo.
Diana1000: Y por que me hablas entonces?
Desconocido12345: Es una sala de chat, no? Se puede hablar con gente...
Diana1000: Pero no de esas cosas. No del pasado.
Diana1000: Te has quedado callado. Que pasa?
Desconocido12345: Crees que te estoy persiguiendo?
Diana1000: Si.
Desconocido12345: No era esa mi intencion. No quiero hacerte sentir mal.
Diana1000: Pues deja de hablarme. Lo que dices no tiene gracia.
Desconocido12345: Ok. Ya te dejo.
Desconocido12345 ha salido de la sala.
Diana suspiró y cerró el ordenador de golpe. Lo dejó encima de la cama, se incorporó (Nube,sobresaltada, se bajó de la cama) , y salió de su habitación hacia la cocina, dispuesta a comerse una buena ración de ensalada y carne, seguida por Nube, que se relamía pensando en el menú que había preparado su dueña.
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